jueves, 20 de mayo de 2010

The moan


Advertencia: Relato para mayores de edad, con contenido sexual explícito y violencia. Entre dos hombres.
Disclaimer: Ni Envy de FMA, ni Ryuichi Sakuma de Gravitation me pertenecen, sólo el relato que ha sido hecho sin fines de lucro, sólo a modo de entretención.

Dedicado única y exclusivamente a Neid

Ronco, con ojeras y un pañuelo entintado sobre los labios, acariciando la punta de la nariz mientras los orbes azules se mecían lentamente por los contornos de la ventana.

Afuera llovía lentamente, algunos choques en el exterior, la gente corría, la policía llegaba en esas patrullas, agreste rugido de sirenas traían, sí… un día común y corriente, en medio de la pacífica mortalidad de los humanos.

Inclinó su cuerpo para arrastrarlo entre las sábanas, cayendo en la vaporosa comidilla de saborear su propia miel – Di… di mi nombre… – revolvió morbosamente las piernas entre los pliegues de la tela, entrelazaba sus dedos sumergiéndolos en el vertiente de hebras verdosas que justo sobre su cabeza estaban.

No lo miró… tenía los ojos cerrados, sólo deseaba respirarlo.

- ¿Cuál es?... ya sabes que no me interesa aprenderlo – respondió con poco remordimiento.

Suspiró, una sonrisa apareció en sus facciones angulosas, clara piel con motas rojizas debido a la tos que le aquejaba aquella mañana fría – Dilo… no te hagas el imposible conmigo… – rodó en el colchón alcanzando así una de las manos del que estaba justo al costado superior. Los orbes azules abrió perezoso mirando al contrario y masculló – Hay días en que me siento más vivo que nunca – hizo lo necesario para lograr que sus labios rozaran la frente de su interlocutor.

Éste retorció los labios de manera molesta buscando alejarse del mayor, mas el agarre en su melena no le permitió deshacerse de su "secuestrador", allí, tendido en el lecho continuó a pesar de su obvia molestia.

Sintió así como el mayor recorría con liviandad su mentón, como esos dedos se aseguraban de presionar la punta de su nariz – ¿Qué intentas? Ya sabes que debo partir – un dígito se paseó por la comisura labial.

- Siento que estoy en tus pocos recuerdos – susurró el de corta melena para despegar su pelvis del colchón y comenzar a avanzar sobre el cuerpo del contrario – Nada… no intento nada – lamió uno de esos muslos delgados pero con la musculatura justa para llamar deseable, así barrió lentamente en sentido ascendente – gracias a ti… mis venas han conocido el frío tacto del acero – llegó a la ingle para amasar la tela de su taparrabos con los labios, tuvo que separarse puesto que la tos no le permitió continuar con las caricias al caballero noble y gallardo. Así, inclinó la cabeza para limpiar los rastros de carmín de sus labios en la tela del calzoncillo cercano – Mira… - susurró entrecerrando los ojos para continuar - la sangre ha caído al piso… mi rostro rutilado en las tablas donde anoche la pasamos… - una sonrisa de perversión en sus facciones ahora que sentía algo endurecer bajo su mejilla.

El de largos mechones sonrió entre dientes, los colmillos dejábanse notar con gracia y tanta naturalidad, como un pequeño infante se arrastró lentamente hasta el borde de la cama. Bajo la mirada atenta del de más edad comenzó a acariciar los manchones de sangre que el otro había mencionado tras su leve ataque – Eres un maldito pervertido… Sakuma –

No alcanzó ni a responder puesto que de la nada se vio arrastrado hasta el suelo, su cuerpo retorciéndose allí estaba en el momento. Preso su cuello por largas falanges que se asían de de él para alzarle fieramente en el aire. Las huellas de las pisadas del homúnculo estaban por toda la recámara, huellas del joven mas la sangre era del ex cantante – loving me is a pain… - tosió como reacción al trato amoroso del acompañante visitador.

Helósele la sangre, sabía que pronto comenzaría la tortura, aquella que le provocaba estados de completa locura, dolor, impaciencia, gritos, sordera. El calor aumentaba la velocidad del caudal al interior de sus venas. La tibia sustancia volvió a mancillar la piel de aquel loco enfermizo que siempre arrastraba cadáveres por gusto nada más.

- ¿Qué mierda haces? – harto de que tosiera, de que lanzara trozos de sus pulmones por los labios y que le tapizara de rojo cada vez que lo sostenía con fuerza. Lo sacudió y azotó contra una de las murallas. Por suerte y no había ventanas en ese costado, sino habría salido despedido de la edificación.

Suertudo, muy suertudo era, por haberlo encontrado, por tenerlo cerca, por aceptar sus condiciones, su demencia. Claro, era posible deshacerse de él, mas su conciencia amedrentaba cada uno de sus pasos, sólo le permitía ir con cuidado a sabiendas del contraataque. Así mismo como ahora se movía, lento, trémulo debido al golpe contra el muro, logró alzarse sobre sus pies con el fin de mirarle, sonreía amoroso para con su contraparte. Así, se acercó al menor para con mano firme coger el manojo de cabello enredado y jalar de él - Nada me importa esta vez – sonrió con los orbes abiertos como platos - Nada romperá este momento – sin temor, no… nunca sintió miedo del chico, sólo deseo, rienda suelta a la travesura que hubiese comentado la noche anterior aquel muñeco estilo fresa que alguien le regaló.

Homúnculo trastabilló, cayendo al suelo a pesar de sus grandes dotes, sobre rojo tinte sentado y boquiabierto permaneció pocos instantes. Pocos, pero suficientes para que el adulto se avecinara.

Noche de insomnio… noche de agonía… mañana en que el círculo habría de cerrarse pues en silencio se acomodó en el regazo contiguo encarándolo – mira… - susurró en sus labios y tomó la mano del menor para acercarla a su ingle – aún tiemblo de pavor… - presa de la calentura, formas extrañas se destacaron en la sombra cautiva entre ambos.

- Muerde… - susurró en el oído del mayor, ante sus palabras éste atendió – Ahhgg… - encorvó la espalda llevándolo con él en lento movimiento de complacencias compartidas – sólo buscar mi mal genio debes para servirte con pasión… -

- ¿Consentirías en alimentarme... – suspiró – con aquello bien oculto bajo tu pantalón? – jadeó antes de lamer el lóbulo del que ya sostenía sus caderas con aprensión.

Sonrió el menor para rodar en el suelo con el fin de apresarlo bajo su cuerpo – bajo la prisión de mis huesos… ¿te parece? – susurró antes de atravesar la piel del hombro contiguo, allanando libremente al varón dispuesto para la acción.

martes, 18 de mayo de 2010

Show me love

Tabla: Déjate
Reto: 07. Déjate masturbar.
Fandom: Original [Elias y Martín]
Advertencias: yaoi, incesto, lemon, Mayores de 18 años.
Número de palabras: 714



Advertencia: Relato de temática Yaoi [relación sexual explícita entre dos hombres], incesto, para mayores de 18 años.



Las sensaciones ocuparon todos sus pensamientos, aquel raudal de indescriptibles acontecimientos sucediendo en sus cuerpos era algo que no les permitía hablar. Una cosa era que tuviesen las lenguas entrelazadas u ocupadas en retazos de piel de diferentes partes de la anatomía contraria, otra que estaban tan ahogados de calor que no podrían obligarse a verbalizar pensamientos que ni comprendían en ese preciso instante.

- Ahhh… - mojó el mayor sus labios con la lengua trémula, ya casi acalambrada de tanto deslizarla fuera de su funda natural. Observaba al menor y no lograba comprender cómo habían logrado arrastrarse hasta el cuarto. Diminuto espacio aquel, sólo una litera donde habían de dormir noche tras noche, chistosamente, él siempre dormía arriba.

Meneó su cabeza dejando espacio para que su cuello quedara desprovisto de cuidado alguno, presentado cual bocado delicioso ante el perpetrador. ¿Quién imaginaría que su propia sangre deseaba hacerse de él, de una manera tan imperante? – Ahhh… - jadeó, nervioso, asustado. Aún así sus dígitos no se desprendieron de la camisa de Elías. Ahora que le observaba, parecía estar mucho más nervioso que él mismo - ¿Qué pasa? – llevó su mano hasta la mejilla contraria.

Negó, pestañeó – Nada… - sonó quejumbroso, faltaba saliva en su boca, estaba ahogado. Inclinó la cabeza hasta que la frente se acunó en el vientre contiguo. Sudoroso empapó la camiseta de Martín quien con cariño inédito acarició su nuca.

Segundos que se hicieron tan largos y tormentosos, comenzaba a meditar sobre lo que estaba haciendo, no estaba del todo seguro de seguir adelante, empero los dígitos como tentáculos se enredaban en su corta cabellera y le masajeaban el cuero de la nuca. Ronroneó como un felino, sus dedos resbalaron por los muslos del menor mientras seguía con ese ronroneo, pero su cabeza ni se movía, había muerto en el regazo vecino.

- No es bueno el sedentarismo… ¿sabías? –

El susurro en su oído provocó decaimiento moral, de pronto se sintió acorralado, entre su deseo y su deber; ¿satisfacción o protección?, ¿Qué debía hacer? - … - fue incapaz de hablar, no encontró palabras, tampoco una respuesta coherente a la turbulencia interna que arrasaba su ser.

Comprendía aquella mirada, más bien… la ausencia de la misma, por lo que cogió su rostro y besó su frente, arrastrándolo hasta que quedó sobre el colchón y se acomodó con el fin de alcanzar sus labios. Casto el beso, sutil como caricia sobre el pétalo de una flor, a la vez que su cuerpo se deslizaba como las gotas de agua desprendidas de la ducha. Llegó a sus piernas y alzó la vista. Permiso solicitado por medio de miradas.

Asentimiento con un leve gesto y el cierre bajó, lentamente. Incluso creyó que sintió el sonido de cada diente siendo acariciado por el zipper. Tragó saliva aparatosamente, el contrario no sonreía, sólo estaba serio, concentrado, ¿acaso lo había hecho antes?, giró su cabeza. ¿Desde cuándo estaba tan nervioso, ni que fuese primerizo?, claro, no todos los días te acuestas con tu hermano. Llevó su mano hasta el rostro cuando sintió el cálido aliento de esos labios hinchados de tantos mordiscos que él mismo le dio.

Por Dios, estaba tan duro. Había visto a su hermano sin ropa tantas veces, muchas, casi tantas como se había visto él mismo en esa condición, no obstante, nunca… nunca una erección y ahora… No pudo evitar inclinarse y sentir incluso atracción por esa parte de la anatomía ajena – Nadie lo sabrá… - susurró antes de permitir a su nariz posarse en el miembro robusto, los dígitos se prendieron de los genitales y aspiró hondo el aroma de Elias.

Se sonrojó violentamente, no tanto por lo que hacía, sino porque era… su hermanito… aquel que había recibido en brazos justo el mismo día en que había nacido. Cómo podía ser que ahora estaba justo entre sus piernas, atendiendo sus deseos más ruines… más… - ahhhh… - maldito cuerpo, lo traicionaba, se ponía más rígida esa verga, era casi palpable la esencia que brotaría si ése seguía con las caricias. Le empujó la cabeza y jaló de su calzoncillo enredado entre sus bototos – espera… no es buena idea –

Prensó los genitales del mayor y le observó sentado en el suelo, justo al costado de sus piernas – deja… sólo te masturbaré… -

viernes, 14 de mayo de 2010

De cara a cara con su opresor

Tabla: Quisiera
Reto: 4.- Ser distintos cuerpos con un mismo fin, ser, cariño mío, ser yo en ti.
Fandom: Gravitation & FMA [Ryuichi y Envy]
Advertencias: Crossover.
Número de palabras: 683



Art (c) me


Empujando un sillón pudo encontrar a cierto roedor de extraña coloración, sus ojos se ampliaron al igual que la mueca de sus labios. Inclinose y toparon las puntas de sus dedos frágil y suave criatura – Aquí estabas… - voz aterciopelada; dígitos errabundos por la anatomía cercana llevaban al inanimado hasta cómodo colchón: el pecho del cantor.

Sin acomodar nuevamente aquel mueble abandonó el cuarto, dirección fija, sus pupilas centelleaban, sabía que algo andaba mal, lo sentía muy bien; a pesar de parecer infante la mayor parte del tiempo no era más que un adulto que se cubría de sonrisas y sonrojos, inocencia premeditada con el fin único de lograr sus aspiraciones más macabras.

Mas al atravesar la puerta de la alcoba, esa mirada cristalina nuevamente cobraba vida, sonrió aniñadamente para saltar sobre la cama. El colchón se sacudió logrando despertar a un malhumorado huésped que no escatimó recursos con el fin de dar a conocer su desagrado. Empero aquellos movimientos y vociferaciones, sólo lograban ampliar la sonrisa en el “de menor edad”.

Se revolvió entre las sábanas hasta ocultarse, logrando que sólo la diminuta nariz brotara como pimpollo de entre los pliegues de tela blanca.

- ¿Qué intentas hacer? – voz molesta añadió cuando le vio esconderse.

Se revolvió como gusano avanzando lentamente para quedar cercano a aquella entidad – Kumagoro quiere jugar – así fue como la cabeza rosa emergió rauda y luego se meció logrando que las largas orejas color de fresas rozaran el torso frío y de lívida pigmentación.

Las cobijas saltaron del colchón, dejando a ambos varones al descubierto.

Sonrisa macabra por parte de aquel que había realizado tal hazaña, ojos enormes y empapados en lágrimas le miraban. Arrugó la nariz - ¿Otra vez vas a llorar? – cuatro extremidades pegó al nicho y avanzó lentamente cual pantera al acecho, buscaba horror en esos ojos, tal vez debía de devorar.

Calma, no, nunca, calma no cuando su corazón desbocado amenazaba con saltar de su pecho y arrancar a cien millas por hora. Efusiva negación, el diminuto niño no lloraría esta vez. Sólo aferró el conejo a su torso y entre las orejas ocultó los orbes oceánicos.

Muslos diminutos, le parecieron regiones en las que no se conocía la anorgasmia, yacer hondo, profundo; movedizo en ese ser tan pequeño y a la vez poco sereno.

Lento y cauto retrocedió, pero OHHH… ¿qué pasaría con el roedor de corbatín bermejo? Bastó un empujón para que fuese a parar cerca del ventanal. Mirada azulada se clavó cual puñal en los violáceos contrarios; el chirriar de dientes pudo percibir el de melena larga. Así, como animal fiero, inclinó la cabeza, raudal de hebras verdosas, vertiente que se desparramaba por el colchón que a ambos resguardaba.

Al igual que el contiguo, barrió la sábana que le acogía con el mentón y otro paso atrás dio.

Salto sobre el diminuto dio y se vieron ambas figuras rodar por la cama hasta caer por un costado. Golpe seco y aún así la carcajada de uno se pudo denotar. Locura, ingenio, remolinos de incertidumbres y… pasión.

Ambos entes entrelazados, cazador cazado, ahora yacía bajo el vientre del que ya no más inmaduro se presentaba.

Besos siguieron a los susurros de alto calibre y a los jalones de cabello, antes liso y largo, ahora un solo amasijo de cabellos enredados. Recorría esa humanidad, dejaba marcas a lo largo de la piel y sonreía provocador – Kumagoro dice que separes las piernas na no da… - jadeó en el lóbulo de esa oreja.

Se sacudió enérgico, más al sonido de esa voz se rinde y doblega, gira el rostro hacia un costado y separa levemente las extremidades inferiores.

Roce de ambas pelvis, vaivén lento y aún desesperado, buscaban perder la vestimenta, endulzar el genio y avivar esa insanidad.

Gruñido, tirón. La ropa rasgada resbaló. Sonrisas y mordidas. Un chillido respondió, un jadeo se sumó.

¿Quién habría pensado que un simple hombre mutaría de tantas formas o sólo era la imaginación del señor homúnculo? De un niño angelical y poco sereno, a un hombre audaz que llegaba a ser implacable a la hora de follar.

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Hace tiempo no escribía algo sobre esta pareja dispareja, de hecho, sólo en mi mente parece existir XD~

Gracias por leer, quien lo haga.

martes, 11 de mayo de 2010

Love me




Art(c) Edain [nowakisakuma]


Art (c) Edain [nowakisakuma]


Okey, here you have both version of the same image, the censored and uncensored ones, I hope you enjoy them.

If you like this kind of images, please tell!

Visit me on DeviantArt

Kisses.

lunes, 10 de mayo de 2010

Esperando su atención



Advertencia: Relato de temática shonen-ai [hombre x hombre], incesto.

EMAR: Elías y Martín.


Siete de la mañana, el reloj ya te despertó, casi te desplomas en el suelo ya que te has enredado en las sábanas. El seguro de la puerta impidió que salieras con tanta presteza, un cabezazo, tal vez un golpe en la nariz, sí… eso fue justamente lo que sucedió.

Tras los remilgos sigues apurado. Ahora la ducha te da la bienvenida – Ahgg… - lástima… el gas se ha acabado, tendrás que aguantarte, ¿no?

Tiritando, con los músculos agarrotados llegas de mala gana a la habitación, envuelto en una toalla grande que pende de tu cintura, tan delgada… como el resto de tu cuerpo.

El agua salta en todas direcciones cuando sacudes la cabeza, un perro habría parecido incluso más atractivo en ese momento, mas… el panorama mejora con el transcurso de los sucesos. La toalla ha caído al suelo y… Aleluya…

La ropa se ciñe tan bien a ese cuerpo, pero nadie entorno a ti se encuentra con el fin de atestiguar lo que el narrador ha dicho. No importa, nunca te has sentido espectacular, tal vez no lo eres… no todo el tiempo. Todos tenemos nuestros buenos momentos, lástima que nadie esté para notarlo en el instante preciso, ¿cierto?

Llegas a clases, corres tras ese profesor molesto que no te ha dado más tiempo con el fin de terminar de escribir la última respuesta en el examen que rindes, luego… escuchas a tus compañeros, todos felices comparando respuestas – ¡Mierda! – en silencio te sientas en tu puesto y reniegas. Tus respuestas no son ni medianamente parecidas a las de ellos.

Cuatro de la tarde, caminas directo a casa, de manera un tanto retraída, con los pies a la rastra. La clase de deporte no es de mucha ayuda, no para ti, no te gusta correr y luego tener que caminar todo el trayecto hasta lo que llamas hogar. Siempre te han dicho que eres flojo, pero ¿qué se le puede hacer cuando el cuerpo ya no te da para más?

Por suerte esta vez no echaste la llave a la mochila, sino que la llevabas justo en tu bolsillo. Giró la misma en la cerradura y luego se escuchó a la puerta gimotear cuando fue abierta. Bostezaste ampliamente, sabiéndote a sola. Nadie a esas horas estaba en casa.

Por lo que sólo cerraste la puerta y dejaste caer lo que pendía de tu hombro. Extenuado dejaste que tu cuerpo se desplomara sobre el sillón y luego… silencio. Paz interior, ya no había más gritos ni molestias, sólo el sonido de tu respiración. Luego… nada… dormir.

Aquel se quitó los zapatos y anduvo descalzo en la sala, alegando mentalmente en contra del menor, estaba cansado de que sólo hiciera desastres, que dejase todo tirado por donde pasaba. Llegó al cuarto del chico, mas no le encontró, lanzó la mochila sobre la cama y se fue nuevamente hasta la cocina, allí abrió un paquete de fideos precocidos y los vertió en una cacerola para echarle la cantidad de agua necesaria y se perdió por el pasillo una vez más.

Mechones de cabello brotando por el borde del respaldo del sillón llamaron su atención, su visión agudizó mientras se acercaba y así mismo se alzó por sobre aquel que yacía tan cómodo, tan relajado.

Visión que le agradaba, desde la primera vez que le había visto. No pudo evitar relamer esos labios finos, los propios. Tentado estaba a tocar la dermis contigua, la mano quiso intentarlo mas… fuerza extraña le detuvo.

Esa piel tan tersa, esos labios pálidamente rosáceos, así como la fina nariz que ostentaba a un costado un diminuto lunar le provocaban demasiado. Sopló algunos mechones y luego se inclinó para susurrar en su oído – Deja que te observe… no despiertes aún… - casi emborrachado al sentir el aroma de su piel.

Nadie lo sabría, nadie notaría la forma en que él gustaba de su hermano menor.

I want


Enrique (c) Edain

I want to take a ride~

domingo, 9 de mayo de 2010

Hallo





Advertencia: Relato de temática Yaoi [hombre x hombre]

RADA: Raúl Hardkopf y Daisuke Müller.

Se lo dedico especialmente a mi adorada Pandora u3u [Dueña de Daisuke].


Lo miró en silencio, no dijo nada, sólo se concentró en acomodar bien la corbata sobre esa camisa perfectamente planchada. Las sábanas y el fino cuerpo del hombre allí, taciturno; parecía mirarle.

Notó a través del reflejo del espejo como éste deslizaba sus delgados dígitos por amasijo de tela blanca que cubría el colchón, también notó el mínimo vello púbico que cubría lo que él tan bien conocía. Esbozó una sonrisa y se abotonó las mangas para girarse y mirarlo de frente - … -

Respiró profundo, no por cansancio ni agotamiento, sino en busca del aroma de su hembra en el aire, pronto saldría y no volvería a verle en una semana completa. Arrugó el ceño, la idea no le parecía muy grata, sin embargo, al mocoso no le gustaba viajar a la capital.

Tosco brazo y aún firme a pesar de los años, jaló por la cabecera hasta agarrarlo de la cabellera y así enredó sus dedos en ella con el fin de arrastrarlo hasta que quedase un poco más cerca. La nariz grande arrastró por su cuello, el aroma lo embriagaba, ese aroma a sexo, semen… a la esencia del pelinegro – Hallo – casi gruñido que saltó de entre sus dientes para alojarse en la oreja del grácil “durmiente”.

No hubo respuesta, Daisuke no se destacaba por ser un gran orador, sólo desvió sus negros ojos para observar al viejo de mierda que lo había desgraciado desde el mismo momento en que se conocieron. Gruñó arrugando el labio superior, denotando molestia.

Efímero ósculo, sólo esa despedida, no hubo más palabras, ellos se entendían.

Dos meses pasaron desde ese momento, el más viejo no había dado atisbos de regresar al hogar; el trabajo lo absorbía por completo; su pareja, en tanto, tenía trabajo suficiente cuidando a los “angelitos” de papá. No eran unos superdotados, no todos; mucho menos unos santos, por lo que regularmente se tenía que aparecer en su colegio y dar explicaciones por su comportamiento, alguna que otra vez dar a conocer a los profesores cuán cabreado lo tenían de tanta queja y que les iría mal si terminaban molestándolo de veras.

Así transcurrió el tiempo, en silencio, sin llamadas más que para preguntar si estaban vivos o si necesitaban dinero. Claramente, Stein nunca llamaría al caballo. No había razones para interrumpir el trabajo del otro, supuso que era mejor aguantarse.

- Debe tener a otro… -

De pronto escuchó decir. Pero su hijo no habló más, sólo decía lo que él estaba pensando hacía un par de días. A veces le daba hasta miedo, parecía que el crío le leía los pensamientos. Suspiró y batió sus pies en la pileta de los patos.

Pero, dos noches más tarde arribó el mencionado, el que todos evitaban y aún así extrañaban cuando sus alaridos no se escuchaban por los pasillos de esa casa.

Tarde, como siempre, se deslizó silencioso por la residencia, sin emitir sonido y a la vez con tanta presencia que ninguno de los animales pudo evitar no verlo, no esconderse de modo que pasara el señor de la casa sin ningún contratiempo.

La habitación estaba a oscuras, se quitó los pantalones y la camisa. Nada, ningún movimiento del que yacía en la cama. Alzó una ceja, pero no dijo nada, sólo se deslizó entre las sábanas y se acercó a su espalda para acariciar su costado y atraerlo presionando su vientre plano.

No hubo réplicas, no le pareció extraño, siguió con un beso en el cuello, rozando sus labios por el contorno de su rostro.

- Basta, tengo sueño -

Se alejó del caballo y con él arrastró las mantas con el fin de quedar completamente alejado de su pareja.

De acuerdo, eso sí que era extraño, llevaban más de dos meses sin verse y Daisuke rehuía contacto.

Se sentó en la cama y encendió la luz para mirarlo. Sus dedos en torno a las mantas se enredaron y arrastró con fuerza todo, lanzando las cobijas al suelo - ¿Qué mierda te pasa mocoso del demonio? -.

Como siempre, no hubo respuesta más que una mirada fría y penetrante, una que te dejaba helado y con señales claras de que no podías acercarte.

Viejo y terco como mula, el equino avanzó por la cama y lo sostuvo con fuerza para llevarlo hasta donde él se encontraba, recorrió ese cuerpo hasta llegar a las nalgas; y como si se tratase de un médico, examinó la intimidad del que ya no era un chico.

- ¡Suelta viejo de mierda! ¡SUELTA TE DIGO! - Ojos explayados en su máxima expresión cuando sintió la lengua del contrario barrer sus genitales. No pudo evitarlo, gimoteó sintiendo como la sangre se agolpaba en los diminutos conductos de allí abajo y provocaban inminente erección. Mucho tiempo sin coger, mejor dicho, sin que lo cogieran, porque una cosa era masturbarse y la otra que se la metieran.

Certera patada le dio en las costillas, arqueándose como reptil que era no se le hizo difícil darle justo donde quería. Se alejó del otro y lo miró del costado contrario de la cama - ¿A qué viene tanta…? – no terminó de preguntar pues retrocedió al ver la cara de su interlocutor.

Había jadeado de dolor, ese idiota era bien delgado y se notaba frágil cual libélula, pero el maldito tenía fuerza y carácter, eso era lo que más le paraba la verga. Amplia sonrisa y se estiró para que lo viera bien. Torso firme y amplio, estatura acorde a un semental de tomo y lomo, toda su anatomía bien proporcionada, bastante, tanto que llegaba a hacerle doler al otro sólo con mirarle - ¿De qué hablas… sólo vine a visitar a mi espositA? – molestoso… quería verlo enfadado, quería que terminaran sacándose la cresta para que luego follaran como les gustaba.

Pero no fue así, el contrario no dijo nada, sólo inclinó la cabeza y buscó las mantas para regresarse a la cama – Acuéstate… es tarde – apagó la luz y dejó a Raúl en el más completo olvido. Eso fue lo que pensó el mayor.

Se metió a la cama sin decir nada. Tampoco lo tocó. Le dio la espalda y acomodó la cabeza en la almohada, respiró profundo y cerró los ojos.

Media hora después, se giró lentamente, los resortes sonaron, arrugó la nariz por la mala suerte, eso ya debía haber despertado al otro. No le importó mucho, siguió su camino, quedó justo a milímetros de su espalda y rodeó el cuerpo con uno de sus brazos, sólo para buscarle la mano.

Cuando lo logró, entrelazó los dedos con el menor y se acercó a su oído – Ich liebe dich – pegó su cuerpo al otro y sólo se permitió besarle la mejilla para quedar en silencio.

Gracioso parecía ver a Raúl de esa manera, tan calmado, tan sereno y cuidadoso con aquel que con el correr de los años se había convertido la única persona en quien podía confiar. No era muy bueno para expresarse, cómo debía decirle que sólo en él, un muchacho desgarbado, había encontrado lo que en ningún otro ser pudo encontrar: tranquilidad –Otros lo llamaban “paz” –.

Lo apegó a su cuerpo, sólo quería tenerlo cerca, respirar su aroma y decirle en susurros cuánto lo había extrañado.





En la actualidad, Daisuke tiene 36 años, Raúl tiene 53 y tienen 5 hijos [mpreg] X/D


sábado, 8 de mayo de 2010

Tabla Nº13 [Yaoi]






Tabla de oraciones

1- Gatear
2- Erguir
3- Chocolate
4- Jadeos
5- Oscuridad
6- Saliva
7- Manos
8- Nieve
9- Besos
10- Fuego
11- Manta
12- Nicho
13- Gemido
14- Saborear
15- Torso/Pechos
16- Plumas
17- Suave
18- Cadenas
19- Feroz
20- Baile


De Retos literarios



01. Mirada fugaz mientras deslizaba su cuerpo por el lugar; se inclinó aquel y avanzó ronroneando bajo la atenta mirada de su amante señor.

02. Llegó donde el contrario permanecía y alzó el rostro para lamer sus rodillas; sólo eso bastó para que se erizara algo más que el vello a lo largo de su piel.

03. Sonrió y alargó la mano mientras cogía de un rincón cercano, la cacerolita de la cual se vertió chocolate tibio sobre la frente del minino - ¿Qué pasa? –.

04. Los ojos había cerrado, sacó la lengua para que la punta de la misma jugueteara con el hilo marrón que recibía; responder no pudo, sólo pudo emitir sonidos de completa complacencia.

05. Una mueca de soberbia apareció en las facciones cercanas a la vez que se inclinaba sobre el muchacho, el cuerpo macizo manchó al contiguo de sombras.

06. Preparado no estaba por lo que sólo sintió la pesada lengua barrer el dulce lodo mientras la estela de saliva resbalaba por sus mejillas, le gustaba, abrió la boca solícito a acoger cuanto deseara el otro ofrecerle.

07. Así fue como poco gentil la lengua ingresó con fuerza apabullante, presionando la contigua abrazándola entre jadeos delirantes, a su vez y por los costados del torso, los dedos nerviosos buscaban pronto encontrar diminutos botones que adivinaba rosáceos y erectos; las palmas se apoyaron sobre estos.

08. Apacible paisaje, silencioso y mortal, frigorífico manto que caía en festividad; claro, Noche Buena cantaban los cristianos en la puerta.

09. Las voces, el viento provocaban más ardor en aquel encuentro. Se sucedieron los besos, muchos más de los que ya se habían prodigado, esta vez en el cuello, por los hombros hacia los brazos.

10. Relamió aquel sus propios labios, hinchados y acalorados. Ese hombre le provocaba calor interno, iracunda marea de fiebre devorando su fuero interno.

11. Ahh… jadeó y resbaló hacia un costado mientras el vecino empujaba cuanto hallaba con el fin de alejar cuanto pudiese molestar en su camino, sábanas y mantas, todo al suelo para observar al muchacho, víctima de sus más bajos pensamientos.

12. Y reclinó su cuerpo sobre el otro para mecerse dulcemente, ambos entrelazados rodando por el colchón, frío como sepulcro; ellos daban calor a la habitación.

13. Revolvió su anatomía como insecto atrapado, entre gimoteos indicaba que la irrupción estaba doliendo.

14. Sonrió, siguió adelante y mordió aquel cuello saboreándolo luego de susurrar palabras subidas de tono, le gustaba ser sucio cuando estaba con el invitado.

15. Chocaba el respaldo de la cama contra la muralla, la fricción era tal que no podían dejar de jadear; fricción… fricción, pezones, vientre y… corazón en atrayente danza, piel húmeda frotándose como hecha para la ocasión.

16. A pesar del dolor, a pesar del calor, sentía su alma siendo rozada por un sin fin de suaves plumas cayendo desde un punto indescifrable, sólo sus ojos daban testigo de que tenía al otro encima, en danza poco santa, poco bendita.

17. Sutil torrente de voz, pedía compasión mas sólo lloriqueo producía; lagrimones resbalando por sus mejillas pretendiendo atender bien al que arremetía.

18. Ataduras… no, la concatenación entre ellos no era a través de objetos sino algo más fuerte y duradero, puras emociones, puro corazón.

19. Gruesa, masculina, la voz enteraba al mundo de lo que él vivía. Animal, como bestia dirigía sus movimientos con osadía, recorriendo extensiones desconocidas, retazos de ese cuerpo que no hubo descubierto con antelación, iracundo señor deseaba todo, codicioso opresor.

20. Templada respiración, arqueo de espina producto del avance de pelvis, azote de hebras azabache contra la espalda y el caliente riachuelo vertiéndose en la funda adyacente. Leve vaivén posterior a cuanta sacudida, poco a poco la danza finalizaba entre deliciosas caricias.

Yasnadia


Yasnadia (c) Edain


Pensando en alguien especial... una señorita dedicada a él.

jueves, 6 de mayo de 2010

Tabla de lemon 2



Tabla lemon 2

1. Manos2. Sexo3. Tentación4. Fuerza5. Sudor
6. Instinto7. Placer8. Caderas9. Mordidas10. Penetración
11. Esposas12. Húmedo13. Presión14.Embestidas15.Indomable
16.Sabanas17.Horcajadas18. Control19. Aliento20. Luna
21. Hielo22. Profundo23. Amor24. Entrega25. Carnal
26. Acceso27. Dedos28. Elección del autor 29. Veloz30. Abandono
31. Suave32.Desbocados33.Desnuda34.Complacer

miércoles, 5 de mayo de 2010

A oscuras

Ondulante y extensa, caía sedosa cual manantial por los hombros de la dama; delgados dígitos fueron la prisión que llevaron a la cabellera hacia un costado del grácil cuello, dulce visión.



Pálida faz que desafiaba a la luna, observaban sus orbes aquella astral figura: la luna. Danzando en oscuro paraje, acariciada por pomposas nubes, sonriéndole a la vida, a las figuras encandiladas por su hermosura.



Súbito como sordo el ruido hizo crujir el corazón de la musa, quien girara el rostro para posar desorbitados orbes en la oscuridad - ¿Alguien anda ahí? –.



Insondable abismo de incertidumbres, cuándo podría imaginar que no era el gato de la casa, tampoco su madre. Unió acordes con el fin de formular nuevas interrogantes, las mismas que no recibieron respuesta alguna.



El viento cesó de soplar, todo en calma nuevamente ha de quedar.



- Regio decoro, ¿no? –susurro tempestuoso e incluso atemorizante. Aún así, no se alejó.



- ¿Qué pasa? – los orbes abrió buscando por solución.



- Así es – se escuchó del lado contrario.



Giró la cabeza, sólo el cortinaje meciéndose dulcemente. Nuevamente el viento atentaba contra la figura humana.



Dulce esencia la que aquella mantenía en sus venas, tan deliciosa parecía que incluso las bestias no lograron disipar el deseo que aquella les producía – Ahhh…– como la brisa, cruzó la estancia sin necesidad de hacer tangible su presencia para dar rienda suelta a sus antojos.



Sintió la mortal su cuerpo siendo víctima de fuerza inhumana que la arrastraba como una hoja al viento, literalmente. Así fue como su cráneo chocó contra el respaldo de aquel asiento, cómodo algunos dirían, no tanto podría ella atestiguar con el gimoteo que silbó entre sus dientes una vez que aterrizara de mala gana.



Despojárosla de sus ropas, no todas… debían el decoro guardar.



Fugaz, rojiza llama sus mejillas decoró cuando sintió tibias caricias en la dermis sin protección – Ahh… n… no… - las rodillas juntó, empero manos delicadas y maleables se hacían de sus extremidades. Con dulzura y calidez lograban separarlas, estrellaban así el húmedo músculo rojizo que brotaba de sus bocas contra los muros de sus piernas, dejaban senderos platinados y acogían cuando hubiese en su camino.



Aquella, sólo alzaba la mirada al cielo, temía incluso imaginar qué era lo que le recorría con tanta promiscuidad.



- Ahhh… ahh… - su corazón encabritado le impedía respirar, no era deseo, tampoco placer, era terror lo que le mantenía presa de la rigidez, de la incapacidad de correr.



- Me calienta… – jadeó símil con una serpiente deslizando su figura por la humana.



- ¿Cuánto durará la fiebre Hermana? – sonreía libidinosa la gemela mientras relamía rojizo manjar brotando por un costado de la prisionera.



Jadeaba, imperaba poder respirar, aterrada de las aberraciones de las que eran capaces dos hijas de la penumbra, dos hijas del mal. Volvía su mirada hacia el cielo, buscaba cobijo, deseaba estar en otro lugar. Ilusiones visualizadas en orbes lúbricos y labios rojizos como trémulos, labios que pronto fueron capturados por uno de los monstruos que giraban a su alrededor.



Profundo letargo del que las vampiras despertaban, roja la tinta que se derramaba, las atraía a la dama, arrebatarían a la chica su alma, a cambio entregarían la más lujuriosa velada.


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