martes, 12 de octubre de 2010

Amigos



El viento, mero acompañante de las siluetas que enfrentadas esa noche de nubes espesas se observaban en silencio. El tumulto de pestañas se abanicaba de vez en cuando, sólo para quitar las diminutas gotas de lluvia que en despilfarro recorrían todo su cuerpo.

El otro, de melena larga sobre la rama de un árbol yacía, en completa apatía.

He allí los dos en composición tenebrosa, como manchas a punto de ser borradas por la tempestad, plática silenciosa mas nunca exenta de significado.

La voz de uno entonces pareció silbar entre el rugir de las olas del viento – Por favor, no me conviertas de nuevo en un simple amigo –

– . . . – Como era de esperar el silencio fue lo único recibido.

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