sábado, 18 de junio de 2011

After-sex cigarette



Deimos & Starfighter (c) Hamletmachine
Art (c) Me

jueves, 16 de junio de 2011

Miranda



Sus ojos se movieron entre la maleza buscando la dirección de aquella voz – Capitán… – logró susurrar y vio como el sujeto escalaba el árbol como una verdadera ardilla, tan rápido que no pudo hacer nada por evitarlo, de hecho, no tenía fuerzas para hacerlo, el que le hubiese dañado un brazo no ayudaba mucho en todo aquello.

Tenía que aprovechar para escapar, no tenía otra alternativa, ese moreno la mataría pronto y si Hamse se daba cuenta de que había fallado en su misión, la mataría, tenía que llegar por su propia cuenta al barco, antes de que el capitán se diera cuenta de su condición, debía curarse para continuar trabajando como lo hacían los hombres, sino sería comida para los tiburones.

Unos cuantos pasos dio y giró para mirar atrás, estaba siendo cobarde y eso le revolvió el estómago, cuándo habríase visto ella escapando como una rata cualquiera, se inclinó para sacar una pistola de su bota y alzó su mano sana para apuntar hacia el individuo que estaba atento a la aparición de su jefe, sin mediar palabra alguna lanzó tres disparos haciendo que el “pajarito” cayera con ambas piernas heridas, imposibilitado de levantarse del suelo, corrió tan rápido como pudo con el fin de pisar sus manos obligándolo a soltar sus armas y las pateó lejos de él.

Luego, la planta de su bota cayó sobre su cuello – No pretendas meter más gente al baile… que esta pieza la tienes conmigo pobre diablo! – se agachó para coger los puñales que tenía el otro entre sus ropas y con ellas estacó las manos de Rashid en el suelo, atravesando sus palmas imposibilitándole el movimiento.

Alejandro Rex Graecorum



Señoritas, muchas y delgadas, siseaban a su espalda. Se detuvo y observó en rededor, a pesar de la oscuridad, lograba husmear el olor. Ni sonrisas, ni vocablos, silencio y miradas vagas. Aquellas ya habían pasado por su lado, deambulaban por los costados, delante y por detrás, habrían sendero para el que se sostenía despegado del suelo.

Enterró sus gruesos dedos a un costado de su cuerpo, halló un morral de cuero y sólo lo acomodó para que no resbalara, lo llevaba lleno de carne, por supuesto a medio descomponer.

Ya no había líquido por allí, sólo hedor y unas cuantas posas que pensó, por obvias razones, no era lodo, ni barro, nada más ni nada menos que deshechos de animales; lo demás, capa dura de excrementos humanos. Esbozó una sonrisa, la gente no era más que mierda.

Una que otra dama se enrollaba en la pierna del mastodonte que se giraba al momento de sentir leves castañeos a lo lejos. Sus ojos entrecerró, muy a pesar de ser casi blancos podía ver, se guiaba por el color que irradia el calor de los cuerpos. Así mismo notó como pronto la oscuridad tornaba a colores amarillentos, poco a poco se manchaba éste de naranjo y pronto de rojo.

¿Un equino?, no… era demasiado pequeño. Lástima, tenía ganas de un bocado de dicha naturaleza. Torció la espina buscando una mejor postura con el fin de dar con la forma justa de aquella silueta, algo que le trajera un poco más de información. La lengua liberó, aromas, muchos, parecía ser que aquel ser traía el aroma de muchos animales sobre su piel. Arrugó la nariz y dio unos cuantos pasos hasta quedar cercano en la pared del. Las damas se alzaron, llamativas y escandalosas, las víboras demostraban el poco agrado que le provocaba la fémina que se aproximaba.

Seguía el paso tranquilamente, sin responder ante la fémina. Cauto deambulaba mientras el camino a la chica las víboras cerraban. El siseo se hizo intenso, tanto que el mismo hombre no pudo evitar voltear para mirarle – ¿Qué pasa? – No le importaba mucho si andaba perdida, sólo si le serviría de comida.

Claro, ahora estaba a la vista, buena configuración anatómica, se notaba que tenía bastante carne de donde poder hacerse de nutrientes, de seguro le alcanzaba para no comer en un mes completo. Ni se percató cuando su negra lengua deambuló por su dentadura - ¿Qué hace por acá señorita? – trataba de no sonar evidente, mas parecía un varano con la saliva resbalando de entre sus dientes.

Kiichi



Dos, tres, cuatro pasos, se escondía de una pareja de oficiales, al parecer lo habían divisado, pues casi nadie cargaba armas, de hecho, nadie lo hacía, mas él se negaba a deshacerse de la katana y las demás, prefería terminar con la vida de esos hombres que sólo cumplían órdenes de alguien más.

Entrecerró los orbes y vio pasar un colibrí, no sonrió, no estaba en momento para tales reacciones, se encaminó cuidadosamente pos el pasillo que había entre dos tiendas cerca del centro y luego rápido se pasó por los puestos.

El aroma a la fruta y las verduras le hizo dar un vuelco, de pronto su cuerpo lo traicionaba haciéndolo perder su objetivo e ir directo hasta donde un hombre no muy amable ofrecía su cultivo. Sintió ganas de comer una manzana, puesto que no tenía demasiado dinero para una cena ni algo más caro. En la pequeña bolsita que pendía de su cinto cogió una moneda y se la entregó luego de escoger la fruta que saltaba a la vista como la más hermosa, así la escondió entre sus ropas y se fue canturreando hasta un apartado.

Dicho sea de paso, que cubierto por un manto florido aquel espacio no lejano se dejaba ver como un pequeño oasis en medio de la ciudad. Se sentó tras un árbol de tronco grueso con la finalidad de no ser encontrado tan fácilmente, cuando de la nada sus ojos se prendieron de una figura cercana, el cabello alborotado molestaba a su rostro, sonrió sin emitir sonido más que el de sus dientes perforando la piel de la fruta, jugosa textura que embelesó sus sentidos.

miércoles, 15 de junio de 2011

Por las noches



Por las noches despierta, descubre las ventanas para mirar las estrellas.

Por las noches despierta, imagina cosas bellas y se acurruca nuevamente cerca de la almohada.

Por las noches despierta para verla allí arriba.

La Luna siempre lo mira.

Visita inesperada


La pequeña embarcación hizo tope en el costado del muelle a simple vista indeleble, los pies descalzos de la muchacha se escucharon, había dejado atrás su bolso y lo de más, sólo entre los dedos llevaba prendidas las sandalias que había seleccionado para esa mañana. El cabello arrebolado acariciaba las mejillas sonrojadas mientras el viento cosquilleaba por aquí y por allá.

Ascendió por una cuesta de peldaños de piedra hasta llegar al portón de la casa. El calzado dejó caer y las manos llevó a los labios para gritar llamando.

Nadie atendió.

— Seguro que están buscando las ovejas —. La risa cantarina brotó después de abrir el portón, la carrera continuó.

Giraba dando saltitos con un pie en la hierba verde y suave, se sostenía el sombrero para no dejarlo ir mientras sus bochas centelleaban feliz. Pero a nadie vio, mentira… una anciana del otro lado de la cerca, más allá de los manzanos y los castaños le hizo señas de acercarse. A lo cual atendió.

— ¿No supiste? —.

Pensativa observó a la anciana y negó.

— Tu tía falleció —.

Oscuros nubarrones comenzaron a cubrir el cielo, más tarde llovió.

Deber






Los dígitos acentuaban presión entre el cuerpo y el cuello de la botella a la vez que los azules orbes serpenteaban seducidos por la anatomía contigua, sonrió antes de ladear el rostro. Vagas imágenes de un sueño brillante parecían rutilantes estrellas entorno a la persona de Ryu… Ryu, que nombre tan deleitante, reducido en lo hermoso de la figura despampanante frente a su propia entidad. No pudo evitar acariciar con cuidado la fresca botella que aún contenía buena porción de la bebida.

Quedose un tanto atónito e indeciso sobre hablar o continuar en el delicioso ágape de escuchar tan bella voz, virginal y tentadora, que hombre tan atractivo y además interesante le había traído aquella tarde en un lugar tan concurrido – Debo admitir que nunca había conocido un cantante – grave y casi religioso arrobamiento mantenía silente al peliverde.

Entonces, suspiró y llevó la botella hasta sus labios antes de rodar los ojos como si de bochas oscuras en ardor parecieran ocultar lucha contra el fuego devorador y repentino que había encendido aquel élite de halo femenino. Alargó el brazo deslizando con ello un dígito por la laqueada superficie donde las copas mantenidas estaban hasta que se acercó al costado de su compañero y así regresó hasta buen punto donde la cerveza hizo propia para dirigirla hacia su propia boca – Camile… ese es el nombre que me han dado – susurró.

Mas el sonido de más allá venido por medio de un auricular que traía puesto le hizo despertar de tamaño arrobamiento, por lo que se puso de pie en el instante en que la voz dejara de hablar a su oído – Si me disculpa… - una reverencia, muestra de completo respeto hacia aquella persona – el deber me llama – susurró llevando la mano hasta acariciar el mentón contrario antes de rozar sus labios con el índice y luego partió dejando dinero suficiente para costear su bebida y el licor del señor abandonado.

domingo, 12 de junio de 2011

Camile









viernes, 10 de junio de 2011

Camile

Hosco observaba la silueta plantada como mota en la escena, la vista entorno paseaba como si buscara algo mucho más apto que hacer que estar parado sin hacer nada, traje militar, botas y una fusta, que herramienta más útil parecía. Entrecerró los orbes al recorrer variadas pictografías acerca de la utilización de dicho utensilio. Regresó la vista hacia las piernas ajenas antes de comenzar a escuchar torrente bocal del ajeno venido y los ojos azulinos yacieron como mariposas sobre los rojizos.

Sonrió al escuchar el asco que le provocaban los pets y es que era de esperarse, todos una manga de buenos para nada, no servían para nada más que para servir pasteles y detallar sus “innumerables” cualidades – Estoy seguro de que sería mucho más gratificante que se los metiera literalmente… señor – dijo cortante, frío y sin rodeos, si tanto hablaba de su odio contra los pets y contra los élite, mejor sería ir directo al grano y no andarse con rodeos, quería joder a los élite, que lo hiciera directamente y no se llenara la boca y la cabeza de ideas vanas que a nada llegaban. Después de todo, qué le importaba a la masa de Élites un simple esclavo entre toda la marejada de ridículos y bonitos objetos de decoración.

Sus nalgas firmes como granita de una muralla comenzaron a moverse en pos de hallar mejor lugar y fue así como las redondeces de su cuerpo encontraron nicho en un asiento, cómodo y de exquisito tapiz. Le quedó mirando directo a los ojos como si no tuviese por qué bajar la vista, como si estuviese con otro de su estirpe - ¿Usted preferiría ser vendido como un trozo de carne? – sonrió – Es obvio que no, pues lo mismo sucede conmigo – el pliegue de su labio denotó inconformidad con su tipo de vida – Haber sido enajenado de mis funciones militares sólo por haber nacido como pet… es lo más irrisorio que podría sucederle a un uniformado – entrecruzó sus piernas de manera quieta y hasta elegante.

Lo observó ponerse de pie, alto y arrogante, en sus orbes podía leer el deseo de ser el más grande. Como respuesta a tal acto, entrecerró los ojos de manera meditabunda antes de sonreír de medio lado mostrando la soberbia característica que corría por sus venas. ¿Libertad?, era lo básico que él podría desear, era algo con lo que todo el mundo nacía y por lo que ni batallaría, él quería más y no iba a luchar por menos.

Movió en círculos uno de sus pies antes de calmar sus pensamientos con el fin de concentrarse en las interrogantes planteadas, le miró serio – Yo no descendí en jerarquía para convertirme en pet… yo lo soy desde que me crearon, no por ello tengo que ser feliz con tal hecho – sonrió - ¿o es que alguien en su sano juicio dejaría el poder para servir a un pobretón? – lo miró entretenido, parecía ser tan grandioso y a la vez sólo un hombre con buena condición física.

También se levantó y deambuló por la sala hasta toparse con una mesa de licores que tranquilamente sirvió en un vaso para comenzar a beber – Qué más da… usted es de los que no haría caso a las palabras de alguien como yo – sonrió antes de elevar la copa ante los ojos del pelinegro – y es por eso que no le temo – dijo fríamente – en lo absoluto – afirmó.

Si algo había aprendido en ese cuchitril era que había muchos ineptos dando vueltas por todos lados, llenándose las bocas de tamañas historias que ni ellos mismos creían, sólo para “encajar” en esa ridícula sociedad elaborada por alguien que no tenía idea de lo que en realidad era la perfección - ¿Sólo libertad podría usted ofrendar a alguien como yo? – sonrió entretenido – hasta yo mismo podría alcanzarla si así lo deseara… - lo miró de pie a cabeza – Entonces… dígame qué más podría ofrecerme un militar con fusta en mano –

Ben Sen Olamam








Emir.~

domingo, 5 de junio de 2011

Cain








Cain from Starfighter.

Cain & Starfighter (c) Hamlet Machine
Art (c) Me

LinkWithin

Quizá también te interese

.