domingo, 23 de octubre de 2011

Centinela

Simplísimo juguetear, seguir los tobillos delgadísimos y frágiles haciendo caso omiso de la oscuridad, esa que se adhería a su piel y se transportaba al interior de su ser. Le seguía cuidadoso de no ser visto a pesar de que todo su ser le deseara. Detuvo el avance antes de que ella se acercara al foco de luminiscencia. Los rasgos femeninos parecieron quebrantados por la preocupación, por el miedo que se cernía por su anatomía y brotaba de su corazón.

— ¿Qué miras pequeña? — Nada se oía, sólo la mente del ente interrogaba a la sombra reflejada en el suelo, esa que él tenía precaución de no desprender de sí.

Esta vez la voz gutural brotó en un chillido violento, roñoso llamado del habitante tenebroso.

— ¿La salida está por acá? —

La borró del paisaje cuando su aliento frío barrió la nuca de la presa.

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