Advertencia: Relato de temática Yaoi [hombre x hombre]RADA: Raúl Hardkopf y Daisuke Müller.Se lo dedico especialmente a mi adorada Pandora u3u [Dueña de Daisuke].
Lo miró en silencio, no dijo nada, sólo se concentró en acomodar bien la corbata sobre esa camisa perfectamente planchada. Las sábanas y el fino cuerpo del hombre allí, taciturno; parecía mirarle.
Notó a través del reflejo del espejo como éste deslizaba sus delgados dígitos por amasijo de tela blanca que cubría el colchón, también notó el mínimo vello púbico que cubría lo que él tan bien conocía. Esbozó una sonrisa y se abotonó las mangas para girarse y mirarlo de frente - … -
Respiró profundo, no por cansancio ni agotamiento, sino en busca del aroma de su hembra en el aire, pronto saldría y no volvería a verle en una semana completa. Arrugó el ceño, la idea no le parecía muy grata, sin embargo, al mocoso no le gustaba viajar a la capital.
Tosco brazo y aún firme a pesar de los años, jaló por la cabecera hasta agarrarlo de la cabellera y así enredó sus dedos en ella con el fin de arrastrarlo hasta que quedase un poco más cerca. La nariz grande arrastró por su cuello, el aroma lo embriagaba, ese aroma a sexo, semen… a la esencia del pelinegro – Hallo – casi gruñido que saltó de entre sus dientes para alojarse en la oreja del grácil “durmiente”.
No hubo respuesta, Daisuke no se destacaba por ser un gran orador, sólo desvió sus negros ojos para observar al viejo de mierda que lo había desgraciado desde el mismo momento en que se conocieron. Gruñó arrugando el labio superior, denotando molestia.
Efímero ósculo, sólo esa despedida, no hubo más palabras, ellos se entendían.
Dos meses pasaron desde ese momento, el más viejo no había dado atisbos de regresar al hogar; el trabajo lo absorbía por completo; su pareja, en tanto, tenía trabajo suficiente cuidando a los “angelitos” de papá. No eran unos superdotados, no todos; mucho menos unos santos, por lo que regularmente se tenía que aparecer en su colegio y dar explicaciones por su comportamiento, alguna que otra vez dar a conocer a los profesores cuán cabreado lo tenían de tanta queja y que les iría mal si terminaban molestándolo de veras.
Así transcurrió el tiempo, en silencio, sin llamadas más que para preguntar si estaban vivos o si necesitaban dinero. Claramente, Stein nunca llamaría al caballo. No había razones para interrumpir el trabajo del otro, supuso que era mejor aguantarse.
- Debe tener a otro… -
De pronto escuchó decir. Pero su hijo no habló más, sólo decía lo que él estaba pensando hacía un par de días. A veces le daba hasta miedo, parecía que el crío le leía los pensamientos. Suspiró y batió sus pies en la pileta de los patos.
Pero, dos noches más tarde arribó el mencionado, el que todos evitaban y aún así extrañaban cuando sus alaridos no se escuchaban por los pasillos de esa casa.
Tarde, como siempre, se deslizó silencioso por la residencia, sin emitir sonido y a la vez con tanta presencia que ninguno de los animales pudo evitar no verlo, no esconderse de modo que pasara el señor de la casa sin ningún contratiempo.
La habitación estaba a oscuras, se quitó los pantalones y la camisa. Nada, ningún movimiento del que yacía en la cama. Alzó una ceja, pero no dijo nada, sólo se deslizó entre las sábanas y se acercó a su espalda para acariciar su costado y atraerlo presionando su vientre plano.
No hubo réplicas, no le pareció extraño, siguió con un beso en el cuello, rozando sus labios por el contorno de su rostro.
- Basta, tengo sueño -
Se alejó del caballo y con él arrastró las mantas con el fin de quedar completamente alejado de su pareja.
De acuerdo, eso sí que era extraño, llevaban más de dos meses sin verse y Daisuke rehuía contacto.
Se sentó en la cama y encendió la luz para mirarlo. Sus dedos en torno a las mantas se enredaron y arrastró con fuerza todo, lanzando las cobijas al suelo - ¿Qué mierda te pasa mocoso del demonio? -.
Como siempre, no hubo respuesta más que una mirada fría y penetrante, una que te dejaba helado y con señales claras de que no podías acercarte.
Viejo y terco como mula, el equino avanzó por la cama y lo sostuvo con fuerza para llevarlo hasta donde él se encontraba, recorrió ese cuerpo hasta llegar a las nalgas; y como si se tratase de un médico, examinó la intimidad del que ya no era un chico.
- ¡Suelta viejo de mierda! ¡SUELTA TE DIGO! - Ojos explayados en su máxima expresión cuando sintió la lengua del contrario barrer sus genitales. No pudo evitarlo, gimoteó sintiendo como la sangre se agolpaba en los diminutos conductos de allí abajo y provocaban inminente erección. Mucho tiempo sin coger, mejor dicho, sin que lo cogieran, porque una cosa era masturbarse y la otra que se la metieran.
Certera patada le dio en las costillas, arqueándose como reptil que era no se le hizo difícil darle justo donde quería. Se alejó del otro y lo miró del costado contrario de la cama - ¿A qué viene tanta…? – no terminó de preguntar pues retrocedió al ver la cara de su interlocutor.
Había jadeado de dolor, ese idiota era bien delgado y se notaba frágil cual libélula, pero el maldito tenía fuerza y carácter, eso era lo que más le paraba la verga. Amplia sonrisa y se estiró para que lo viera bien. Torso firme y amplio, estatura acorde a un semental de tomo y lomo, toda su anatomía bien proporcionada, bastante, tanto que llegaba a hacerle doler al otro sólo con mirarle - ¿De qué hablas… sólo vine a visitar a mi espositA? – molestoso… quería verlo enfadado, quería que terminaran sacándose la cresta para que luego follaran como les gustaba.
Pero no fue así, el contrario no dijo nada, sólo inclinó la cabeza y buscó las mantas para regresarse a la cama – Acuéstate… es tarde – apagó la luz y dejó a Raúl en el más completo olvido. Eso fue lo que pensó el mayor.
Se metió a la cama sin decir nada. Tampoco lo tocó. Le dio la espalda y acomodó la cabeza en la almohada, respiró profundo y cerró los ojos.
Media hora después, se giró lentamente, los resortes sonaron, arrugó la nariz por la mala suerte, eso ya debía haber despertado al otro. No le importó mucho, siguió su camino, quedó justo a milímetros de su espalda y rodeó el cuerpo con uno de sus brazos, sólo para buscarle la mano.
Cuando lo logró, entrelazó los dedos con el menor y se acercó a su oído – Ich liebe dich – pegó su cuerpo al otro y sólo se permitió besarle la mejilla para quedar en silencio.
Gracioso parecía ver a Raúl de esa manera, tan calmado, tan sereno y cuidadoso con aquel que con el correr de los años se había convertido la única persona en quien podía confiar. No era muy bueno para expresarse, cómo debía decirle que sólo en él, un muchacho desgarbado, había encontrado lo que en ningún otro ser pudo encontrar: tranquilidad –Otros lo llamaban “paz” –.
Lo apegó a su cuerpo, sólo quería tenerlo cerca, respirar su aroma y decirle en susurros cuánto lo había extrañado.
En la actualidad, Daisuke tiene 36 años, Raúl tiene 53 y tienen 5 hijos [mpreg] X/D
1 comentario:
CSM ¬¬!!!!!!!!! Dónde está el supuesto lemon ehhhhhhh!! me la dejaste picando. OTRA VEZ
asflklsldjgklsjdglsg
Está gueno, como siempre.... demo... demo...
Lemon ; A ;!!!
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