miércoles, 5 de mayo de 2010

A oscuras

Ondulante y extensa, caía sedosa cual manantial por los hombros de la dama; delgados dígitos fueron la prisión que llevaron a la cabellera hacia un costado del grácil cuello, dulce visión.



Pálida faz que desafiaba a la luna, observaban sus orbes aquella astral figura: la luna. Danzando en oscuro paraje, acariciada por pomposas nubes, sonriéndole a la vida, a las figuras encandiladas por su hermosura.



Súbito como sordo el ruido hizo crujir el corazón de la musa, quien girara el rostro para posar desorbitados orbes en la oscuridad - ¿Alguien anda ahí? –.



Insondable abismo de incertidumbres, cuándo podría imaginar que no era el gato de la casa, tampoco su madre. Unió acordes con el fin de formular nuevas interrogantes, las mismas que no recibieron respuesta alguna.



El viento cesó de soplar, todo en calma nuevamente ha de quedar.



- Regio decoro, ¿no? –susurro tempestuoso e incluso atemorizante. Aún así, no se alejó.



- ¿Qué pasa? – los orbes abrió buscando por solución.



- Así es – se escuchó del lado contrario.



Giró la cabeza, sólo el cortinaje meciéndose dulcemente. Nuevamente el viento atentaba contra la figura humana.



Dulce esencia la que aquella mantenía en sus venas, tan deliciosa parecía que incluso las bestias no lograron disipar el deseo que aquella les producía – Ahhh…– como la brisa, cruzó la estancia sin necesidad de hacer tangible su presencia para dar rienda suelta a sus antojos.



Sintió la mortal su cuerpo siendo víctima de fuerza inhumana que la arrastraba como una hoja al viento, literalmente. Así fue como su cráneo chocó contra el respaldo de aquel asiento, cómodo algunos dirían, no tanto podría ella atestiguar con el gimoteo que silbó entre sus dientes una vez que aterrizara de mala gana.



Despojárosla de sus ropas, no todas… debían el decoro guardar.



Fugaz, rojiza llama sus mejillas decoró cuando sintió tibias caricias en la dermis sin protección – Ahh… n… no… - las rodillas juntó, empero manos delicadas y maleables se hacían de sus extremidades. Con dulzura y calidez lograban separarlas, estrellaban así el húmedo músculo rojizo que brotaba de sus bocas contra los muros de sus piernas, dejaban senderos platinados y acogían cuando hubiese en su camino.



Aquella, sólo alzaba la mirada al cielo, temía incluso imaginar qué era lo que le recorría con tanta promiscuidad.



- Ahhh… ahh… - su corazón encabritado le impedía respirar, no era deseo, tampoco placer, era terror lo que le mantenía presa de la rigidez, de la incapacidad de correr.



- Me calienta… – jadeó símil con una serpiente deslizando su figura por la humana.



- ¿Cuánto durará la fiebre Hermana? – sonreía libidinosa la gemela mientras relamía rojizo manjar brotando por un costado de la prisionera.



Jadeaba, imperaba poder respirar, aterrada de las aberraciones de las que eran capaces dos hijas de la penumbra, dos hijas del mal. Volvía su mirada hacia el cielo, buscaba cobijo, deseaba estar en otro lugar. Ilusiones visualizadas en orbes lúbricos y labios rojizos como trémulos, labios que pronto fueron capturados por uno de los monstruos que giraban a su alrededor.



Profundo letargo del que las vampiras despertaban, roja la tinta que se derramaba, las atraía a la dama, arrebatarían a la chica su alma, a cambio entregarían la más lujuriosa velada.


2 comentarios:

Liethel dijo...

GRACIAS DIOS ES UN VERDE QUE NO TE QUEMA NI PERFORA LOS DIENTES CSMMMMM

XD

Lie otra vez dijo...

ERAN OJOOOOOOOOOOS, NO DIENTESS CSM XDDDDDDDDDDDDDDDDDD

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