viernes, 25 de junio de 2010

El poder del genio




Pirámides de pensamientos impúdicos; avanzaba delante suyo y no podía distinguir entre raciocinio e inventiva. La vista alzó al cielo.

El genio postrado negaba en silencio, no pudo más que dejarse a la demencia de los azules orbes que no le otorgaban miradas furtivas.

Tomó sus hombros, lo arrinconó en una esquina. Movimiento rápido, poco cauto para hundir la nariz en la negra cabellera y – Ahhhh… - sonrisa entre dientes presionando las hebras poco agrestes.

- ¿Qué pretendes? - Éste sentía las manos del intruso avanzar por su anatomía.

- … tal vez podríamos haber estado juntos… - Besaba así su mejilla.

Congoja, abanico de pestañas que cubrían verdades, no le miraba. Sólo coló dedos en la abertura de esa bragueta entre las sombras.

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