La pequeña embarcación hizo tope en el costado del muelle a simple vista indeleble, los pies descalzos de la muchacha se escucharon, había dejado atrás su bolso y lo de más, sólo entre los dedos llevaba prendidas las sandalias que había seleccionado para esa mañana. El cabello arrebolado acariciaba las mejillas sonrojadas mientras el viento cosquilleaba por aquí y por allá.
Ascendió por una cuesta de peldaños de piedra hasta llegar al portón de la casa. El calzado dejó caer y las manos llevó a los labios para gritar llamando.
Nadie atendió.
— Seguro que están buscando las ovejas —. La risa cantarina brotó después de abrir el portón, la carrera continuó.
Giraba dando saltitos con un pie en la hierba verde y suave, se sostenía el sombrero para no dejarlo ir mientras sus bochas centelleaban feliz. Pero a nadie vio, mentira… una anciana del otro lado de la cerca, más allá de los manzanos y los castaños le hizo señas de acercarse. A lo cual atendió.
— ¿No supiste? —.
Pensativa observó a la anciana y negó.
— Tu tía falleció —.
Oscuros nubarrones comenzaron a cubrir el cielo, más tarde llovió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario