jueves, 16 de junio de 2011

Alejandro Rex Graecorum



Señoritas, muchas y delgadas, siseaban a su espalda. Se detuvo y observó en rededor, a pesar de la oscuridad, lograba husmear el olor. Ni sonrisas, ni vocablos, silencio y miradas vagas. Aquellas ya habían pasado por su lado, deambulaban por los costados, delante y por detrás, habrían sendero para el que se sostenía despegado del suelo.

Enterró sus gruesos dedos a un costado de su cuerpo, halló un morral de cuero y sólo lo acomodó para que no resbalara, lo llevaba lleno de carne, por supuesto a medio descomponer.

Ya no había líquido por allí, sólo hedor y unas cuantas posas que pensó, por obvias razones, no era lodo, ni barro, nada más ni nada menos que deshechos de animales; lo demás, capa dura de excrementos humanos. Esbozó una sonrisa, la gente no era más que mierda.

Una que otra dama se enrollaba en la pierna del mastodonte que se giraba al momento de sentir leves castañeos a lo lejos. Sus ojos entrecerró, muy a pesar de ser casi blancos podía ver, se guiaba por el color que irradia el calor de los cuerpos. Así mismo notó como pronto la oscuridad tornaba a colores amarillentos, poco a poco se manchaba éste de naranjo y pronto de rojo.

¿Un equino?, no… era demasiado pequeño. Lástima, tenía ganas de un bocado de dicha naturaleza. Torció la espina buscando una mejor postura con el fin de dar con la forma justa de aquella silueta, algo que le trajera un poco más de información. La lengua liberó, aromas, muchos, parecía ser que aquel ser traía el aroma de muchos animales sobre su piel. Arrugó la nariz y dio unos cuantos pasos hasta quedar cercano en la pared del. Las damas se alzaron, llamativas y escandalosas, las víboras demostraban el poco agrado que le provocaba la fémina que se aproximaba.

Seguía el paso tranquilamente, sin responder ante la fémina. Cauto deambulaba mientras el camino a la chica las víboras cerraban. El siseo se hizo intenso, tanto que el mismo hombre no pudo evitar voltear para mirarle – ¿Qué pasa? – No le importaba mucho si andaba perdida, sólo si le serviría de comida.

Claro, ahora estaba a la vista, buena configuración anatómica, se notaba que tenía bastante carne de donde poder hacerse de nutrientes, de seguro le alcanzaba para no comer en un mes completo. Ni se percató cuando su negra lengua deambuló por su dentadura - ¿Qué hace por acá señorita? – trataba de no sonar evidente, mas parecía un varano con la saliva resbalando de entre sus dientes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pronto se convertiría en un bocado orgásmico

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