Los dígitos acentuaban presión entre el cuerpo y el cuello de la botella a la vez que los azules orbes serpenteaban seducidos por la anatomía contigua, sonrió antes de ladear el rostro. Vagas imágenes de un sueño brillante parecían rutilantes estrellas entorno a la persona de Ryu… Ryu, que nombre tan deleitante, reducido en lo hermoso de la figura despampanante frente a su propia entidad. No pudo evitar acariciar con cuidado la fresca botella que aún contenía buena porción de la bebida.
Quedose un tanto atónito e indeciso sobre hablar o continuar en el delicioso ágape de escuchar tan bella voz, virginal y tentadora, que hombre tan atractivo y además interesante le había traído aquella tarde en un lugar tan concurrido – Debo admitir que nunca había conocido un cantante – grave y casi religioso arrobamiento mantenía silente al peliverde.
Entonces, suspiró y llevó la botella hasta sus labios antes de rodar los ojos como si de bochas oscuras en ardor parecieran ocultar lucha contra el fuego devorador y repentino que había encendido aquel élite de halo femenino. Alargó el brazo deslizando con ello un dígito por la laqueada superficie donde las copas mantenidas estaban hasta que se acercó al costado de su compañero y así regresó hasta buen punto donde la cerveza hizo propia para dirigirla hacia su propia boca – Camile… ese es el nombre que me han dado – susurró.
Mas el sonido de más allá venido por medio de un auricular que traía puesto le hizo despertar de tamaño arrobamiento, por lo que se puso de pie en el instante en que la voz dejara de hablar a su oído – Si me disculpa… - una reverencia, muestra de completo respeto hacia aquella persona – el deber me llama – susurró llevando la mano hasta acariciar el mentón contrario antes de rozar sus labios con el índice y luego partió dejando dinero suficiente para costear su bebida y el licor del señor abandonado.
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