True beauty is so painful

Tabla: Retos sueltos
Reto: 63. Madre.
Fandom: Original [Katze, el vampiro]
Advertencias: Muerte de personaje.
Número de palabras: 508

Corría, a gran velocidad, no podía verlo pero sí sentir sus pensamientos, tan pesados como mil rocas cayendo desde el cielo, exhausto sus piernas desnudas se veían medias torcidas después de tanto arrancar.

No sirvió de mucho pues él, cual ave de rapiña, le cogió de los hombros y alzó en el aire para alejarse sobrevolando la ciudad nocturna.

- AHHHH… AHHH… - Jadeaba, no pudo decir nada, la conciencia perdió.

Cuando por fin despertó, pudo notar que estaba rodeada de mujeres en sus mismas condiciones, todas sentadas en lo que pensó era un galpón, encadenadas de piernas y manos, sin vestigios de vestimenta. De todas maneras, no lo necesitarían.

Los gritos tras las cortinas de plástico blanco salpicado de motas rojizas, le daban una idea de lo que le esperaba. Para cuando su turno llegó, habían más mujeres nuevas, las que la hubieron acompañado hasta el momento desaparecieron misteriosamente.

Lloró, gritó, nadie acudió en su ayuda.

Cuerpo demacrado y trémulo se negaba a ser arrastrado por el suelo cubierto por una estela de lodo. Aún así, cruzó aquel velo de oscuro material sintético y fue elevada para caer de lleno sobre una camilla más roja que blanca, húmeda y a la vez tibia. Delataban así sus intereses.

Aquel hombre apareció, ropa tan pulcra y bien planchada, cabellera rojiza y corta, guantes blancos y sombrero de copa. Sonrió elegante – Una vez que terminen… me avisan – susurró frío y a la vez enigmático. Desapareció como la nada y la obra comenzó.

El cuchillo atravesó la piel, el grito desgarrador fue seguido por la tensión de las cadenas. Manos despiadadas se hundieron en el cuerpo y con violencia sacaron a la criatura que ella traía en el interior.

Gimoteos, gritos suplicando devolviesen su preciado retoño. Nadie respondió.

- Veamos qué tenemos aquí… - dedos delgados y fuertes asían al diminuto ser que se revolvía perezoso bostezando mientras era revisado, el espeso humo a tabaco acariciaba la piel sonrosada y arrugada, el bebé arrugaba la expresión y estornudaba – Me gusta… - Con movimiento rápido exento de todo cuidado entregó la criatura a cualquiera de sus sirvientes, quien rápidamente llevó al neonato hasta donde la madre para que bebiera las primeras gotas del lácteo, su último contacto con la fémina ya degollada.

Extrañamente, el niño hizo lo necesario para que ese cadáver diera lo último de sí con el fin de mantenerlo por un par de horas sin hambre.

Semanas más tarde se le vería junto a sus hermanos, sus nuevos “hermanos”, degustando de la teta de su nueva madre, aquella que sin saber quién era, se ofrecía para darle aliento de vida.

Hermoso espectáculo era visitado por multitud de vampiros que con delicia observaban a los lactantes revolviéndose en la más grande de las inmundicias humanas, pequeños bebés siendo alimentados por aquel animal que, a su vez, se alimentaba de los restos cocinados de las féminas que les dieron a luz.

Diminutas flores que alegrarían la vida de sus nuevos dueños… una vez que los destetaran como a un cochinillo cualquiera.