jueves, 11 de noviembre de 2010

Arsenio (1)


Mi hermoso cyborg con adn de anguila eléctrica *3*

Lo seguía, claro que lo seguía, respiraba tan fuerte que en medio de la oscuridad le habría aventado un par de disparos entre los ojos antes de que el agente, tan capacitado, pudiese siquiera replicar. Pero… como era humano… tenía que ohhh… cuidar de su vida, JAH! Claro que no, no iba a perder el tiempo por un pobretón, ni siquiera le importaba como culo para su polla hinchada. De hecho si hasta ahora se iba masturbando tras el otro, a ver si lograba correrse, o en su defecto electrocutar a su contrincante.

Soltó una gran carcajada desde un lugar apartado y se desplazó hacia otro rincón – ¿Tener todo?... ¿se puede tener todo sin tener un cuerpo propio? – daba por hecho su único fin, deshacerse de Arsenio, eso era lo que buscaba, tener un cuerpo con el cual poder actuar, sin que nadie se interpusiera en sus movimientos. Lo odiaba, era un desperfecto y él… tenía que seguir tratando con un ridículo enamoradizo de los mortales, mientras ellos habían sido creados para durar mucho, sin fallas, completamente libres de todo cuanto a los humanos afectaba, él tenía que lidear con una aberración tal, alguien que le quitaba tiempo de vida, que le robaba minutos de existencia, qué minutos, días completos, meses y hasta años. Y él, sometido como lagartija ante las bondades de un bueno para nada que ni siquiera había sido capaz de liberarse de la estúpida policía, por irse tras el culo de un imbécil.

La visión infrarrojo era maravillosa, podía ver en nítido y vibrante rojo al chico avanzar, obviamente, mucho más llamativo el color luego de una escena de sexo en la bañera – ¿Para qué te vistes, si ya te he visto hasta el alma? ¿O es que de pronto te bajó el pudor? – tan cercano que podía incluso sentir el aroma de su piel, arrugó el puente de la nariz y se alejó tan pronto como el otro se movía, no quería ser alcanzado por alguna bala, no se podía confiar en la templanza de los animales, no… no podía.

Llegó al corredor y allí se acomodó apoyado en la muralla – ¿Qué tanto te atrae de mi cuerpo, o debo decir del de mi compañero? – burla, directa y sin rodeos – Tú eres flaco y sin gracia, no sé qué ve él en ti… sólo debo decir que no me gusta la idea de imaginar mi cuerpo frotándose con el tuyo… – se paró en la puerta para que Shane lo alumbrara – Acá estoy cariño mío… – una gran sonrisa blanca se pudo vislumbrar mientras él movía sus manos demostrando lo grande de su cuerpo, los músculos bien formados y todo cuando pudiese ser de atractivo para los animales que buscaban cortejo – ¿Por qué tratas de erradicarme, si él es quien no debería existir? – ¿Verdad o mentira… quién de los dos sería el verdadero dueño del cuerpo a quien Shane complacía?

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