miércoles, 15 de septiembre de 2010

Viaje



El soldado que la puerta a fuerza de voluntad guarda con recelo, absorto en sus pensamientos se detiene por enésima vez, observaba al hombre que caminaba lentamente sinuoso sendero, le traía desde lejos, otra villa, tal vez otra nación. Sus rasgos denotaban el hecho, no obstante, al ser el único en ese momento prefirió guardar silencio, sólo seguirlo con la mirada mientras éste volteaba por una de las callejuelas empedradas. Se resistió al impulso de correr tras él y pedirle datos de su origen, puesto que no gustaban de forasteros, bien sabido que los piratas parecían pirañas que no se anunciaban y dejaban el pueblo en sus esqueletos. Suspiró, mejor era guardar silencio. Los dedos llevó hasta las sienes y paseó por las mismas sus dedos regordetes antes de resoplar aburrido, se rascó la cabeza y volvió a sentarse a la espera de su compañero que andaba en los pozos negros.

El humo de las viviendas se alzaba dando aspecto de calidez a su llegada, alzó un poco más el rostro con el fin de que sus orbes ovidiana llegaran a vislumbrar el campo delante suyo, moteado por varias casas que le invitaban a continuar su trayecto. Negó y aspiró el aire llenando sus pulmones de frescor, de alivio, pronto su viaje se detendría y podría aprovechar para saciar tanto el hambre como el frío, junto a una buena pinta de agua ardiente y una caldilla de sopa. Eso le animó mucho más, así prosiguió la caminata.

Así localizó, después de caminar varios minutos por la ciudad, una taberna donde pasar el rato, el letrero de madera tallada pendía de un listón de igual de madera, se balanceaba silbando melodía extraña. Empujó la pesada puerta e ingresó quitándose el sombrero mientras alzaba una mano, de esta manera llamó la atención de una de las mujeres que atendían a los señores recién llegados – Licor – agitó la mano dejando una moneda de plata, las de oro ni las mostraba. Se acomodó en una de las tantas mesas. El fuego con inseguras llamas se avivaba y trataba de apagarse dejando en penumbra a los que allí se reunían mas alguien llegaba y le lanzaba otro leño para darle otro soplo de vida.

También fue testigo de los saludos hacia alguien que parecía bastante conocido, tal vez era de la ciudad, alguien como él que andaba de puerto en puerto no era muy conocido, tampoco le agradaba hacer gran alarde de su presencia, mientras menos le conocieran era mejor para el negocio. Sonrió al percatarse de que la mujer ya traía el licor y coqueta le quedaba mirando, quizás quería más dinero. Alzó una ceja – Tráigame comida caliente y una hogaza de pan – sostuvo su mano, le dio un apretón, lo suficientemente fuerte para que ella le sintiera, lo bastante sutil para no dañar a la dama, que a pesar del lugar donde trabajaba, era delicada, algo robusta, pero bien carnosas eran las que más calentaban las camas.

Una sonrisa llamativa de ella y jalaba de su mano para girarse dando respingo coqueto y una mano aparatosa se estrellaba contra sus nalgas pronto un agarrón le daba y ella, poco precavida entre sus enaguas mecía las carnosas piernas antes de ir por la comida, un bretel resbalaba por su hombro descuidadamente. Ya sentía que se había ganado un cucharón más de la cazuela sustanciosa, se saboreaba de sólo pensar en cómo sabría.

La hembra, la comida…

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